*Por Chris Robinson para el blog de John C. Maxwell.
En el mundo de los negocios y del desarrollo personal, un principio clave está cobrando cada vez más fuerza: «No puedes esperar lo que no inspeccionas». La idea es simple pero poderosa: cada acción que tomamos necesita una revisión consciente para garantizar que los resultados se alineen con nuestras metas. Así como un padre revisa si su hijo realmente ordenó su habitación antes de permitirle jugar, en los negocios y en la vida personal la inspección otorga claridad y la posibilidad de mejora continua.
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Evaluar nuestras acciones es un paso esencial para acelerar el progreso hacia cualquier objetivo. No basta con actuar; también debemos detenernos a analizar lo que conseguimos. Este proceso de autoevaluación permite identificar aciertos, reconocer errores y, sobre todo, encontrar pistas valiosas que nos acerquen más a nuestra visión. El éxito deja huellas, y reconocerlas en nuestros propios resultados es la clave para avanzar de manera estratégica.
A continuación presentamos cuatro preguntas clave que puedes hacerte recurrentemente con el fin de evaluar el nivel de crecimiento y resultados que estás alcanzando:
La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿Qué hice?. Reconocer con detalle qué pasos dimos para obtener un resultado, sin juzgar si fue bueno o malo, nos da un punto de partida. Este inventario de acciones se convierte en una receta de lo que funcionó y lo que no, permitiéndonos construir un marco de referencia claro para futuras decisiones.
Del mismo modo, preguntarnos ¿Qué aprendí? nos obliga a reflexionar sobre los nuevos conocimientos adquiridos, ya sea que el proceso haya resultado más sencillo, más desafiante o completamente distinto a lo esperado. Este paso puede retroalimentar y reforzar los conocimientos y habilidades que adquirimos en el proceso.
Otro aspecto fundamental es cuestionarnos ¿Qué me gustó?. No todo en el camino hacia una meta será divertido, pero siempre habrá elementos que aporten satisfacción y disfrute. Identificarlos nos permite potenciar aquellas tareas que más se alinean con nuestras pasiones y delegar o ajustar las que no generan motivación. Comprender qué nos gusta realmente dentro de nuestras acciones fortalece la conexión emocional con nuestras metas y hace el recorrido más llevadero y enriquecedor.
Finalmente, llega la pregunta clave: ¿Qué cambiaría o haría diferente?. Este punto no busca fomentar la autocrítica destructiva, sino identificar ajustes y mejoras posibles. Así como en un partido de pickleball cada jugada es una oportunidad para ajustar la técnica, en los negocios y proyectos personales cada acción es un ensayo que nos prepara para la siguiente. El enfoque debe estar en los microcambios que generan grandes transformaciones con el tiempo y que pueden traernos resultados realmente diferentes y positivos en la consecución de nuestros objetivos.
En conclusión, el ciclo de acción, evaluación y ajuste no es solo un método práctico, sino un estilo de vida que impulsa el crecimiento constante, bien sea en el mundo de los negocios o del desarrollo personal. Revisar lo que hacemos, aprender de ello, disfrutar de lo positivo y ajustar lo necesario nos convierte en protagonistas activos de nuestro progreso. Tal como en el deporte o en la vida diaria, el verdadero poder está en la inspección consciente de nuestras acciones, porque allí nacen las oportunidades de mejorar y alcanzar nuevas metas.
Con información de John C. Maxwell.
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