Artículo de Sean McMann. Adaptado a Viva el Networking por el equipo editorial del sitio.
Entre las exigencias del trabajo, la vida y el interminable ciclo de facturas, solemos relegar nuestro desarrollo personal, aprendizaje y mejora a lo último en nuestra lista de prioridades diarias. Creemos que siempre habrá tiempo después, pero la realidad es que postergamos indefinidamente lo que realmente podría marcarnos la diferencia.
Cuando era más joven, solía justificar esta falta de enfoque en dos razones principales. Primero, la falta de control: pensaba que no tenía opción, que todo estaba fuera de mi alcance. Usaba excusas como «Estoy demasiado ocupado», «Mi jefe es injusto» o «No soy tan rápido como mis compañeros». Segundo, el miedo: miedo a no recibir un ascenso, a no obtener un aumento, a no ser suficiente. Aunque nunca perdí una promoción, pagué el precio con mi salud y bienestar. Años después, agotado, sobrecargado de trabajo y sin un sentido claro de quién era fuera del ámbito laboral, colapsé.
Me tomó años y miles de dólares en terapia darme cuenta de que ambas excusas provenían del mismo lugar: una profunda inseguridad. Sin darme cuenta, mi autoestima estaba completamente ligada a mi trabajo. Mi valor dependía de lo que pensara mi jefe, de cuánto tiempo pasaba en la oficina y de cuánto esfuerzo parecía estar invirtiendo. Como muchos que han estado en esta situación, dejé que la emoción de ganar y destacar en el trabajo eclipsara todo lo demás en mi vida, incluso a mí mismo.
Sin embargo, en el contexto de un universo que tiene al menos 13.800 millones de años, es absurdo pensar que un jefe, una empresa o una promoción pueden definir nuestra valía. Ninguna de las grandes mentes filosóficas—Jesús, Buda, Mahoma, Confucio o los antiguos griegos—ha podido responder con certeza por qué estamos aquí, ya sea como especie o como individuos. Y lejos de ser una fuente de ansiedad, esta incertidumbre puede ser liberadora: significa que somos nosotros quienes podemos definir nuestro propósito, si decidimos hacerlo.
Una forma sencilla de empezar a reconectar con nosotros mismos es dedicar al menos 30 minutos al día a aprender algo nuevo. Este hábito transformó mi salud mental, agudizó mis habilidades y, lo más importante, me ayudó a reencontrarme. Para implementarlo, identifica el momento del día en el que te sientes más alerta, aparta ese tiempo en tu calendario y protégelo de distracciones. Sé constante y ajusta según sea necesario.
Así que bloquea 30 minutos de tu tiempo diario para esta tarea. No dejes de hacerla a diario. Levántate a diario y protege ese tiempo, no dejes que nada te interrumpa mientras estás en ello.
Porque, al final, la manera en que pasamos nuestros días define la calidad de nuestra vida. ¿Estás listo para recuperar esas partes de ti que has dejado atrás? Es tiempo de aprender y cambiar tu vida para siempre. Con este hábito puedes transformar tu vida de manera radical, la constancia y la persistencia pueden definir la forma en que se hace ese cambio y cómo puede llevarte a nuevas alturas.
Con información de Addicted 2 Success.
Inscríbete en el newsletter para recibir más artículos como este.